XIII Observatorio trimestral del mercado de trabajo

The Adecco Group Institute, junto al Instituto de Estrategia Legal en RRHH Cuatrecasas, presentan hoy el XIII Observatorio trimestral del mercado de trabajo.

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La paradoja de un mercado fuerte que pierde impulso

A primera vista, el mercado laboral español sigue ofreciendo señales de fortaleza. Con más de 21,59 millones de afiliados a la Seguridad Social, el sistema registra cifras récord que superan con holgura los niveles pre-COVID. El número de parados registrados baja de los 2,5 millones, encadenando quince trimestres consecutivos de descensos interanuales. La tasa de paro se reduce hasta el 10,9%, su mejor registro desde 2008. España crea empleo, mantiene el dinamismo del consumo interno y proyecta confianza a corto plazo.

Sin embargo, tras esta aparente solidez emergen signos de desaceleración estructural que invitan a la cautela. La contratación inicial cae un 10,3% interanual, el empleo pierde impulso en sectores clave como la industria y la construcción, y los indicadores de productividad muestran un preocupante estancamiento. La ocupación crece, pero las horas efectivas trabajadas no acompañan, lo que genera una desconexión entre el número de trabajadores y el valor añadido generado.

El mercado laboral se enfrenta así a una doble tensión: crear más empleo, pero de menor intensidad, y sostener la afiliación sin un crecimiento paralelo de la eficiencia. Esta paradoja pone en cuestión la sostenibilidad del modelo actual, especialmente en un contexto de costes laborales crecientes, inflación contenida y competencia internacional más exigente.

La fotografía global que ofrecen los datos del segundo trimestre de 2025 es la de una economía que aún avanza, pero con menor tracción, y un mercado de trabajo que empieza a mostrar síntomas de fatiga funcional.

Contratación a la baja y rotación al alza

Uno de los síntomas más claros de esta fatiga se refleja en el enfriamiento progresivo de la contratación. En abril de 2025 se firmaron 1,1 millones de contratos, lo que supone una caída del 10,3% interanual. El descenso afecta especialmente a los jóvenes menores de 30 años y a los mayores de 50, es decir, a los extremos etarios de mayor vulnerabilidad laboral. La contratación indefinida también pierde peso, situándose en un 40,3% frente al 41% del mismo periodo de 2023.

Además, la figura del fijo discontinuo, que en su día se presentó como emblema de la estabilidad, parece haber entrado en un terreno de estancamiento estructural. Su volumen apenas crece y ya representa el 35,8% del total de contratos indefinidos, sin que existan mejoras claras en su transparencia o trazabilidad real. La ratio de contratación inicial de este colectivo (17,2%) ya se asemeja al de los temporales (17,4%), lo que revela un patrón de rotación disfrazado de estabilidad contractual.

Por otro lado, la duración efectiva de los contratos temporales sigue acortándose de forma alarmante. Aunque nominalmente pueden parecer más estables, la realidad es que más del 60% no supera el mes, y la duración media se sitúa en apenas 45 días. Este fenómeno, lejos de representar una mejora, indica una creciente volatilidad en las relaciones laborales. Es decir, se firma más empleo “indefinido”, pero con una rotación interna y una duración real que compromete la calidad del empleo y su capacidad de generar valor.

La disminución del dinamismo en la contratación, unida a una alta rotación encubierta, sugiere que estamos ante un mercado que ya no se expande, sino que se redistribuye internamente con menor intensidad y menor retorno económico y social por cada contrato firmado.

Productividad: el gran desafío oculto

Uno de los grandes problemas del mercado laboral español no es su capacidad para crear empleo, sino su creciente incapacidad para hacerlo de forma eficiente. A pesar de los buenos datos de afiliación y ocupación, la productividad por persona ocupada ha caído un -0,5% en el primer trimestre de 2025, y acumula un retroceso del -2,7% desde 2019.

Este deterioro de la productividad se produce en un contexto de aumento de los costes laborales, menor número de horas efectivas trabajadas y un estancamiento preocupante de la inversión en tecnología y formación. España sigue generando empleo, pero cada vez con menor valor añadido. Se ocupan más personas para producir lo mismo —o incluso menos—, lo que erosiona la competitividad y pone en riesgo la sostenibilidad del crecimiento.

El modelo productivo sigue dominado por sectores de bajo valor añadido, con escasa innovación y altas tasas de rotación. A ello se suman las deficiencias estructurales del tejido empresarial: poca dimensión empresarial, baja digitalización, y una infrautilización del talento disponible. La brecha entre el potencial formativo de la población y el uso real de esas capacidades sigue siendo uno de los lastres del sistema.

Además, la productividad no es solo una cuestión técnica o de capital, sino también una cuestión cultural. La organización del trabajo, los modelos de liderazgo, la eficiencia de los procesos internos y la gestión del tiempo siguen siendo asignaturas pendientes en muchas empresas. Sin cambios en estos ámbitos, la mejora de la productividad seguirá siendo un anhelo frustrado.

Absentismo: la otra cara del malestar organizativo

El absentismo laboral, especialmente el derivado de incapacidad temporal sigue escalando como uno de los síntomas más visibles del desgaste estructural del sistema. En el cuarto trimestre de 2024, la tasa de absentismo general fue del 7,4%, con un 5,8% correspondiente a incapacidad temporal, y más de 1,25 millones de asalariados que, en la práctica, no trabajaron durante ese periodo.

Los sectores más afectados son la industria (8,1%) y los servicios (7,3%), y entre las comunidades autónomas destacan Asturias, Aragón y País Vasco. En algunas actividades específicas, como la sanidad, el absentismo general alcanza el 16,6%, lo que ya representa un serio problema de sostenibilidad para los servicios públicos y privados que requieren continuidad operativa.

Pero más allá de las cifras, lo relevante es lo que el absentismo revela: desmotivación, malas condiciones psicosociales, estilos de liderazgo autoritarios, rigidez organizativa y falta de estrategias preventivas. El modelo español de gestión del absentismo ha puesto históricamente el foco en el control administrativo, pero no ha desarrollado suficientemente políticas de acompañamiento, prevención o reincorporación adaptada.

Además, la normativa reciente ha reducido las herramientas de control empresarial (como el antiguo despido objetivo por absentismo), mientras que la existencia de complementos de IT en convenio, la generosidad del sistema de prestaciones y la falta de consecuencias jurídicas frente a las ausencias reiteradas han creado un contexto normativo desincentivador. El absentismo es hoy la expresión organizativa del malestar estructural.

Vacantes estancadas y fricciones crecientes: la ineficiencia silenciosa

Uno de los indicadores más reveladores de la ineficiencia estructural del mercado laboral español es la curva de Beveridge, que mide la relación entre la tasa de desempleo y la de vacantes. En teoría, una economía que crea empleo y reduce el paro debería reflejar un aumento en las vacantes. Sin embargo, en España, ambas variables caen al mismo tiempo.

En el primer trimestre de 2025, la tasa de vacantes se mantiene estancada en el 0,9%, lejos del 2,3% que registra la media de la Unión Europea. Esta desconexión indica un mercado que no logra casar oferta y demanda de forma eficiente, a pesar de la reducción del paro. La escasez de mano de obra en ciertos sectores convive con altos niveles de desempleo estructural, un fenómeno que revela fallos en la formación, en la movilidad, en la información sobre ofertas y también en las condiciones laborales ofertadas.

El desajuste es especialmente crítico en sectores como la hostelería, la construcción, los cuidados y la industria digital, donde las empresas denuncian dificultades para cubrir vacantes. Sin embargo, la solución no puede limitarse a importar mano de obra o flexibilizar el reglamento de extranjería: es necesario un rediseño estructural de las políticas activas de empleo, la orientación laboral y la intermediación pública y privada.

Además, esta situación pone en evidencia la baja eficacia del gasto público en empleo: de los más de 29.000 millones presupuestados, la mayor parte sigue destinada a políticas pasivas, mientras que las activas (formación, orientación, recualificación) representan menos del 30%, y con escasa ejecución efectiva. La inversión no está alineada con las necesidades del mercado real.

Un mercado partido en dos: sector público vs sector privado

El actual ciclo de desaceleración también permite observar la distinta resiliencia del empleo según su origen. Mientras que el sector privado mantiene un ritmo de ajuste moderado, el sector público ha registrado en este trimestre su primer descenso interanual de contratación en 8 años, tras 32 trimestres consecutivos al alza.

La transformación del mercado laboral español en los últimos años ha estado muy marcada por la expansión del empleo público, que ha actuado como motor de estabilidad durante la pandemia y los años posteriores. Sin embargo, esta dependencia presenta riesgos: una parte importante del crecimiento del empleo ha estado vinculada a convocatorias extraordinarias, fondos europeos y planes coyunturales, cuya sostenibilidad a medio plazo es incierta.

El sector privado, por su parte, se enfrenta a una tormenta perfecta: costes laborales al alza, productividad estancada, escasa inversión en capital humano y aumento del absentismo. A pesar de ello, sigue siendo el motor real de la creación de empleo neto en muchas comunidades, sobre todo en servicios, comercio y nuevas tecnologías. Pero su margen de maniobra es cada vez más estrecho.

Esta dualidad pública/privada es una de las grandes fracturas del modelo laboral español. Un país competitivo no puede sostener su crecimiento sobre la hipertrofia de lo público y la fragilidad de lo privado.

Desigualdades que persisten: género, edad y territorio

Pese a los avances en cifras agregadas, el mercado laboral español sigue marcado por profundas brechas estructurales. La más visible sigue siendo la de género: aunque la afiliación femenina ha crecido más que la masculina, y la brecha se ha reducido al 10,9%, persiste una desigualdad en tipos de contrato, parcialidad no deseada, sectores de menor retribución y mayor rotación.

La segmentación también se reproduce por edad. Los jóvenes menores de 30 años siguen siendo el colectivo con mayor temporalidad, menor duración contractual y más dificultades de inserción estable, mientras que los mayores de 55 años enfrentan una realidad cada vez más cruda: menor contratación, tasas crecientes de paro de larga duración y una precarización encubierta vía salidas anticipadas o amortizaciones silenciosas.

A nivel territorial, se mantiene un mercado partido en dos: comunidades como Madrid, País Vasco o Baleares muestran indicadores de paro por debajo del 9%, mientras que otras como Extremadura, Canarias o Andalucía superan el 15%. Estas diferencias no son coyunturales, sino estructurales, y reflejan asimetrías en la estructura productiva, la inversión pública y la capacitación del capital humano.

Estas brechas no solo son una injusticia social: son también un lastre económico, porque limitan el aprovechamiento del talento disponible, encarecen el sistema de protección y reducen la cohesión del país.

2025: entre el crecimiento moderado y la incertidumbre global

Las proyecciones económicas apuntan a un crecimiento del PIB del 2,3% para 2025, apoyado en la demanda interna, el consumo de no residentes y una evolución favorable del empleo. No obstante, los analistas coinciden en que este crecimiento será menos intenso que en los años anteriores, y que la desaceleración será progresiva a lo largo del segundo semestre.

El empleo continuará creciendo, pero a un ritmo menor, con especial protagonismo del sector servicios y una ralentización más acusada en industria y construcción. La tasa de paro media prevista es del 10,5%, aunque con fuertes diferencias según región, edad y nivel educativo. Además, se espera un repunte de las dificultades de contratación en sectores clave, lo que alimentará el debate sobre migración, formación profesional y recualificación de los desempleados.

A nivel internacional, la situación es incierta. Las tensiones geopolíticas, las guerras comerciales y la inflación importada siguen amenazando la estabilidad de muchas economías, incluida la española. La transformación digital, por su parte, avanza a un ritmo desigual, generando tanto nuevas oportunidades como amenazas de exclusión para quienes no logren adaptarse a los nuevos perfiles profesionales demandados.

En este contexto, el reto no es solo crear empleo, sino crear el empleo adecuado, con calidad, estabilidad y alineación con las transiciones verde y digital. La ejecución efectiva de los fondos europeos, especialmente en formación, sostenibilidad y digitalización, será un factor clave en este proceso.

Un mercado en tensión: entre los síntomas de éxito y los signos de agotamiento

El mercado de trabajo español vive un momento de aparente solidez, pero de fragilidad subyacente. Las cifras de afiliación y paro muestran avances, pero se ven lastradas por problemas estructurales como la productividad estancada, el absentismo creciente, la dualidad normativa y la segmentación social y territorial.

Nos encontramos ante una encrucijada: o aprovechamos este ciclo aún expansivo para abordar las reformas pendientes —desde el sistema de incentivos hasta el rediseño de las políticas activas y el marco regulador del empleo—, o volveremos a tropezar con los mismos obstáculos cuando el viento deje de soplar a favor.

No basta con analizar datos ni con registrar récords estadísticos. El verdadero éxito de un mercado laboral no está solo en cuántos trabajan, sino en cómo trabajan, en qué condiciones y con qué expectativas de futuro.  Este XIII Observatorio nace con la vocación de ir más allá de los titulares, de observar las grietas detrás de la fachada y de contribuir con datos y análisis a una conversación más honesta y estratégica sobre el presente y el futuro del trabajo en España.


Javier Blasco de Luna

Director, The Adecco Group Institute

  

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